Este castillo, datado posiblemente de época romana fue una de las construcciones defensivas que conformaban la defensa del río Ebro, Ibero para los Romanos. Sus orígenes hay que buscarlos en la Torre del Homenaje, la construcción más antigua del conjunto. La base de la torre presenta algunos indicios de la tipología propia del periodo romano, como sillares cuadrangulares, además de una planta también cuadrangular. Su ubicación, cercana al paso de la Calzada Romana Iter I, que unía Hispania con Roma, unido al hallazgo de una estela funeraria de tipología claramente romana, refuerza la teoría de su construcción durante los siglos de domino de Roma. Desconocemos noticias escritas de los primeros siglos de existencia de la fortaleza, por lo que únicamente hemos de basarnos en las fuentes arqueológicas. Desconocemos el papel que este punto defensivo jugó durante las oleadas de los pueblos bárbaros, que arrasaron esta zona entre los siglos III al V. Sin embargo, conocemos datos de población en esta área a lo largo de todo el tiempo. Agoncillo aparece mencionado por primera vez en el testamento de la Reina Estefanía en el 1066. En 1169 se documenta como tenente de la fortaleza de Agoncillo a García Bermúdez y en 1191 el Castillo pertenece al Reino de Castilla. Sin embargo, la primera mención escrita a la fortaleza se registrará en 1211, cuando esta es propiedad de la familia Medrano, que dejará su impronta en la entrada de la fortaleza con su escudo heráldico. Hemos de suponer pues, que, en ese momento, la fortaleza es algo más que la torre del Homenaje. En 1334 se ejecutó en el Castillo de Agoncillo a Juan Alfonso de Haro III, acusado de alta traición al rey. Esta ejecución supuso que el Señorío de Cameros cambiase de familia titular, ostentando ahora este cargo los Ramírez de Arellano. Se ha pensado que en 1340 el Capitán Medrano, señor del Castillo, realizó mejoras en la fortaleza. En 1388 Juan Rodríguez de Agoncillo, propietario del lugar dejaba en herencia el castillo a su hijo Rodrigo Alonso. En 1392, Diego López de Medrano cambiará a Rodrigo Alonso una torre en Islallana y varias casas por el Castillo de Agoncillo.
Castillo de Agoncillo a cominzos de siglo XX.
Ya
en el siglo XIV, tras la muerte de la madre de Rodrigo Alonso, este en 1402
venderá el Señorío de Agoncillo a Diego López de Medrano, quien una vez
reunidas las posesiones, en 1407 formó un mayorazgo a favor de su hijo, el cual
murió sin descendencia. Ante este hecho el castillo pasó a manos de su hermana
Aldonza, casada con Lope García de Porras. Será el hijo de ambos, Pedro López
de Medrano quién mantenga el mayorazgo y la posesión. Es en estos años, cuando
el castillo adquirió su forma y aspecto actual.
Plaza de Agoncillo con el Castillo a la izquierda. Ayto Agoncillo.
En
1477 murió Pedro López de Medrano pasando la propiedad a su hijo Lope de
Porras, aunque el traspaso de poder no fue pacífico. Durante los años en los
que esta familia poseyó el castillo hizo considerables reformas en su interior
y exterior, dándole el aspecto de palacio fortificado. Entre las mejoras
efectuadas se encuentran los cubos y el foso que planteaban ya defensas contra
nuevas formas de artillería y cuyas obras dirigidas por Juan Guitierres
comenzaron en 1482, prolongándose hasta principios del siglo, cuando a la
muerte del promotor el proyecto quedó inconcluso. En el siglo XVI, También en
este periodo hay noticias de reformas en el castillo, reduciendo el tamaño del
patio interior. A finales de siglo XVI, el Señorío de Agoncillo vuelve a
cambiar de familia al morir Lope de Porras hijo de Pedro de Porras. En ese
momento el mayorazgo de Agoncillo recayó en su hija Ana María de Porras, que
estaba casada con el Conde de Siruela, Cristóbal de Velasco y que será
propietaria del título durante gran parte del siglo XVII. Entre los años 1620 y
1622 el Señorío de Agoncillo era propiedad de Beatriz de Zúñiga, mientras que,
en 1628, la propietaria será la Marquesa de Caprio, delegada por la Condesa de
Siruela, que está desempeñando el cargo de Camarera Mayor de la Corte de
Hungría. Los Condes de Siruela mantendrán entre 1689 y 1695 un pleito sobre la
posesión del Señorío de Agoncillo, pues la última hija de estos señores
procesaba como monja en un convento y falleció el mismo año en el que se emitió
la sentencia entregando el Señorío a la Familia Frías Salazar. Será el primer
propietario de esta saga, Lope Frías Salazar quién realice algunas obras en la
fortaleza, en ocasiones muy desafortunadas. Una de ellas fue rellenar los fosos
y torres, además de modificar la estructura del castillo.
Escudo a la entrada del Castillo. BCE
Ya
en 1836, el Castillo de Agoncillo es usado como torre del telégrafo, dentro de
una red de comunicación trazada por los carlistas para poder comunicarse entre
ellos, contando con quince estaciones y dos líneas. Agoncillo se encuentra en
la primera que une Logroño, Agoncillo, Alcanadre, Lerín, Larraga, Puente La
Reina y Pamplona. Este sistema telegráfico, basado en posiciones, en algunos
momentos no resultó demasiado eficaz, al no poder ser usado ni de noche ni con
niebla. Este telégrafo es mencionado por Pío Baroja en su libro Memorias de un
hombre de acción. Años más tarde, en 1846, el Señor de Agoncillo sigue
residiendo en el Castillo. En 1875, el Señor de Agoncillo se convirtió en
Marqués de Agoncillo, conservando en propiedad algunos lugares, entre ellos el
Castillo. También esta posesión será conservada por el Marqués en 1881. Tras la
muerte del Marqués, sus propiedades son subastadas, la primera de ellas fue el
Castillo con todo su mobiliario, sin embargo, nadie lo adquirió y volvió a
salir a la venta un año después. Finalmente, el 16 de noviembre de 1891 el
castillo fue adquirido por Manuel Reboiro y Eusebio Faces Pascual, que tomaron
posesión de él el 16 de noviembre de 1892. Después de esta venta y con el paso
de los años, el Castillo se convirtió en viviendas, quedando en 1967 como
propietarios Carmelo Faces Ruiz y Felisa Faces Ruiz, primos carnales entre
ellos, como propietarios del castillo.
El Castillo antes de la Restauración. Ayto Agoncillo
La
familia de Carmelo Faces Ruiz fueron propietarios de la parte derecha del
edificio, donde sus descendientes establecieron su vivienda. Precisamente su
nieta mayor nacerá entre los muros de este castillo.