viernes, 22 de noviembre de 2024

Vigilando la ciudad de Logroño

 

La torre del Telégrafo hace unos años. Jesús López

Ubicada en el punto más alto de la ciudad, situada en la actualidad junto a unas antenas de radio, el barrio logroñés de El Cortijo conserva en su término una Torre de Telégrafo Óptico, erigida en el siglo XIX.

El Telégrafo Óptico fue uno de los más importantes inventos de finales del siglo XVIII, principios del XIX. El primer mensaje por este medio se envió en 1794 por la Convención Francesa y rápidamente se extendió por Europa. En 1831, en España se construye la primera línea telegráfica óptica a modo de prueba entre Madrid y Aranjuez. En la misma década, se empezaron a construir otros tres enlaces telegráficos. El 1 de marzo de 1844, se construyó la primera línea telegráfica entre Madrid y Francia con ramales, inaugurada el 28 octubre de 1846. En 1836, Manuel Santa Cruz, un general liberal construye un nuevo ramal telegráfico que llega a Logroño, Vitoria y Pamplona para poner sitio a los Carlistas en Estella. Con el paso de los años, se añadieron nuevas líneas nacionales para conectar ciudades como Valencia, Andalucía y Barcelona, aunque muchas de ellas no se terminaron de construir. Estas líneas no eran de uso civil. Las líneas contaban con torres que emitían los mensajes, pero las líneas no podían usarse de noche ni con fenómenos meteorológicos adversos. A finales del siglo XIX, la Telegrafía Óptica desaparece, tras una decadencia de varias décadas, producida por sus limitaciones y retrasos a la hora de entregar los mensajes y otros avances como el Telégrafo Eléctrico. Entre 1855-1857 se dejan de usar las líneas ópticas, aún sin terminar de construir. En 1874, la línea del Norte se vuelve a poner en macha con el proyecto de Mathé pero pronto desaparecerá.

Una de las torres del Telégrafo Óptico es la que se ha conservado en el barrio logroñés de El Cortijo. Construida en 1836-1837, en el contexto de la I Guerra Carlista y dentro de la línea ideada por Manuel Santa Cruz, sigue el patrón de construcción con dos pisos, fortificada y situando el telégrafo en el último nivel. En ella vivían un sargento, siete militares y un telegrafista, que debía superar un examen. Su telégrafo recibía los mensajes de las cercanías: Laguardia, Viana y la Torre de la iglesia de San Bartolomé de Logroño, a dónde se orientan sus ventanas. Tras el abandono de la línea telegráfica, la torre cayó en desuso y se fue degradando hasta quedar en pie únicamente sus cuatro paredes con sus ventanas, vanos y puerta. El edificio es conocido por la gente del barrio como El Castillo.

sábado, 16 de noviembre de 2024

Itoiz, un pueblo bajo sus aguas

 En la actualidad, este es el nombre de uno de los embalses más grandes y significativos de Navarra, sin embargo, antes era el nombre de una pequeña localidad que quedó anegada por la construcción de la presa homónima.

Las primeras menciones sobre la existencia de este lugar, hay que remontarlas a la Edad Media, cuando era un señorío de Realengo, que pagaba una Pecha anual, tal y como lo recoge el registro de 1280.

Redujo considerablemente sus impuestos entre 1280 y 1427 periodo de presencia de Peste Negra por estas tierras.

En 1802, Itoiz tenía38 habitantes.

En 1989, se propone la construcción del embalse, lo que supuso el punto y final a la existencia de Itoiz, que será derribado en 2003, cuando terminan los trabajos de construcción de la presa.

De Itoiz, destacarían:

-Iglesia de Santa Eulalia Se trataba de una construcción medieval, datada entre los siglos XII y XIII, aunque fue reformada en el siglo XVI y XVII. Tenía planta de cruz latina, con elementos añadidos y cubierta con bóvedas de crucería.

-Casas: Muchos de los edificios de Itoiz databan del siglo XVI, con elementos como arcos de medio punto en sus portadas.

-Palacio: Se ubicaba un poco apartado de las casas y destacaba una torre de piedra, insertada en el interior del edificio, con una cara reconstruida en ladrillo.

Interior de la Iglesia de Itoiz (Fuente)

Vista de Itoiz y su entorno antes de la construcción de la presa (Gran Enciclopedia de Navarra)
Vista actual del entorno anegado (BCE)

Iglesia de Itoiz (Catálogo Monumental de Navarra) 

Palacio de Itoiz antes de su reconstrucción (La Casa en Navarra, edición Caja de Ahorros de Navarra)

Vista general de Itoiz (Fuente)
Vista aérea de Itoiz (Archivo Abierto)


viernes, 15 de noviembre de 2024

Paseo de Los Reyes

 El paseo del Espolón es uno de los más castizos de Logroño. En sus más de 200 años de historia, ha sido testigo de innumerables acontecimientos y actos. Sus lados han ido cambiando con el paso del tiempo. Sus elementos también han ido rotando, unos con mejor fortuna que otros.

En 1734, el viejo Alcázar medieval de Madrid ardía en un incendio. En él se alojaba la corte y la casa del rey, por lo que rápidamente, se decidió que sobre su solar habría que levantar un nuevo palacio. El siglo XVIII es el siglo del Barroco, de las grandes monarquías. Felipe V, influido por sus parientes franceses e inspirado en los lujos de Versalles, ordenó a unos arquitectos italianos, Filippo Juvarra y Giaovanni Battista Sacchetti realizar los planos para la nueva sede regia, inundada por el arte Rococó. Para el nuevo edificio, el Padre Sarmiento diseñó un programa de 108 esculturas que representarían a los monarcas hispánicos desde los Visigodos, además de personajes precolombinos o emperadores romanos de origen hispano. Artistas italianos, franceses,… realizaron las esculturas que fueron colocadas en lo alto de las cornisas del edificio. Sin embargo, Carlos III ordenó retirarlas, al parecer, por el peso que suponían para el edificio. Tras esto, se decidió distribuirlas por el país.

Logroño recibió seis de estas esculturas, que fueron almacenadas en la Alhóndiga hasta que, en el año 1858, el Ayuntamiento decidió colocarlas en el Espolón. El conocido como Paseo de Los Reyes se inauguró el 23 de abril de ese mismo año. El primer emplazamiento del Paseo de Los Reyes fue el terreno que hoy ocupa la fuente y la estatua ecuestre del General Espartero. Con la llegada de éste, se pensó en trasladarlas unos metros, y ubicarlas junto al kiosco de música.

Las citadas esculturas, nos cuenta Jerónimo Jiménez que eran Pelayo, Ordoño, Leovigildo, Alfonso el Casto, Enrique I y Felipe V. Durante las primeras décadas del siglo XX, este entorno era un lugar apreciado para pasear, pues el Espolón se convirtió en el centro neurálgico de la ciudad.

La proclamación de la II República, el 14 de abril de 1931 supuso el final de las estatuas, pues un grupo de radicales las destruyeron y esparcieron los restos por la plaza, terminando con unas importantes piezas artísticas que había en la ciudad. Habladurías afirman que sus restos fueron enterrados como cimientos en los solares contiguos a la antigua Plaza de Toros de La Victoria. Sin embargo, otros fragmentos acabaron en manos privadas.

Desde entonces, el Espolón ha cambiado de forma en varias ocasiones, borrando los restos que pudiesen quedar del pintoresco y artístico Paseo de Los Reyes, realizado con unas esculturas que cambiaron la manera de ver el arte en el siglo XVIII.

Los Reyes junto al Quiosco del Espolón (Colección Taquio Uzqueda)


sábado, 9 de noviembre de 2024

Historia perdida en Herrerías, 20

 

Sepultada por el paso del tiempo, olvidada en las crónicas históricas y víctima de la piqueta hace más de cien años, la casa que ocupó el actual número 20 de la calle Herrerías reclama su lugar en el pasado de la ciudad al identificarla en el día de hoy en una fotografía que nos permite ilustrar y conocer un poco más su llamativa arquitectura.

Los orígenes de esta casa se remontan al siglo XV, cuando se construye la parte inferior, realizada en piedra de sillería en la que destaca su portada, de estilo gótico, con una rica ornamentación en forma de líneas curvas formando un arco lobulado, con unas decoraciones humanas en sus lados y un escudo en la clave. En el muro se colocó una ventana, de la que tampoco se descuidó la decoración. Contó con otros dos pisos de altura realizados en ladrillo, que posteriormente se habían enlucido.  En su interior, contó con un patio. Poco sabemos de sus primeros habitantes y de sus primeros pasos en la historia de la ciudad.

En el vecindario de 1772, primero de la ciudad, menciona esta casa, a la que le asigna el número 238, que queda reflejado en el azulejo con un número azul que se ubicaba en lo alto de su portada. La documentación la señala como propiedad del Convento de Madre de Dios. Añade que en ella vive Lorenzo Santos, de profesión panadero. Es posible que este convento se hiciese con la casa a través de alguna donación o herencia.

Tras la desamortización, la casa pasó a manos particulares. En los nuevos padrones, la casa recibe el número 34, numeración que mantendrá hasta su derribo. En 1900, Luis Barrón levanta un plano de esta casa, siendo propietario Julián Tuesta. En 1903, este mismo arquitecto levanta un plano de reforma integral de la fachada y colocación de un piso más y una buhardilla. De esta nueva vivienda conservamos documentación en el Expediente HA8681, del Archivo Histórico Provincial de La Rioja.  Esta documentación comienza en 1909, cuando se registra de nuevo como propietario de la casa a Julián Tuesta, que la había adquirido a Amós Castroviejo. Todos los pisos de la casa se encontraban alquilados. Además, en este documento, nos menciona que hay un horno en el primer piso. En 1914, la situación permanece similar, habiendo cambiado los inquilinos de los pisos, añadiéndose además que la casa se reedifica.

En el año 1903, Aurelio de Colmenares y Orgaz, Conde de Polentinos, fotógrafo que construyó un considerable archivo en las primeras décadas del siglo XX. Una de estas imágenes es la que de momento es la única fotografía conocida de la casa Herrerías 20 (Por entonces 34), durante la visita del rey Alfonso XIII a nuestra ciudad, entre el 31 de agosto y el 2 de septiembre de 1903.



La casa en 1903, poco antes de su derribo (Aurelio Colmenares y Orgáz)


Plano de la casa, realizado por Luis Barrón (AML)


Dos vistas del lugar en la actualidad






Sancho de Funes, de Obispo de Calahorra a Santo Mártir

 Desconocemos los orígenes de este santo obispo. Sus orígenes se sitúan en Aragón, Navarra, Francia o incluso en el Corcueto de San Pedro, en Navarrete. Sus contemporáneos lo conocían como Sancho de Aragón o de los Aragoneses. Siguiendo la escasa documentación que conservamos sobre su vida, se puede pensar que estudió en el monasterio de San Aurencio de Aux, en Francia. Previamente, había sido el primer abad del monasterio de Santa María la Real de Nájera.  En 1116, murió el obispo de Calahorra, Sancho de Grañón. Tras esto, se nombra a Sancho de Funes como sucesor. La situación de la Reconquista en estos momentos es bastante compleja. Ante la muerte de su antecesor, el clero y el pueblo calagurritano elige a Sancho de Funes para desempeñar el cargo. La ciudad de Taragona fue el lugar donde tuvo lugar su nombramiento, que fue llevado a cabo por el Arzobispo de Auch. Sancho de Funes aparece en la primera mención escrita como obispo en el año 1118. Precisamente en ese año tendrá lugar la reconquista de Zaragoza y un año después, la de Tudela, momentos en los que Sancho estuvo presente y figura como obispo. En la primera, recibirá una bula papal concediendo indulgencias para reconstruir la ciudad. Tras estos acontecimientos, Sancho de Funes emprendió la labor de crear un taller de elaboración de códices y libros, para ello llegó a contar con once clérigos. La primera de estas obras data de entre los años 1121-1125, siendo un libro de coro. En la obra se recogen los nombres de los monjes y se incluye el de Sancho de Funes. Además, en estos años, Sancho de Funes se involucró en la reconstrucción de Calahorra, además de la catedral en 1129. Igualmente, este obispo colaboró en la reconstrucción de las casas circundantes al núcleo urbano. En 1122, se documenta la presencia de Sancho de Funes en un pleito en San Millán. La documentación también recoge informes en los que Sancho de Funes, dio aceite de la iglesia para la celebración de banquetes y fiestas, además de carne de los rebaños. Igualmente, ordenó inscribir los nombres de los clérigos en un libro para poder dar vigilias y misas por los difuntos. Unos años después, Alfonso I, autorizó la construcción de la iglesia, tras la reconquista del Valle del Alhama. En 1123, Sancho establece un priorato, filial a la catedral de Calahorra. Además, el Obispado contó con cinco arcedianos. En 1126, el obispado adquiere una casa en la localidad de Tudela. Igualmente, en la localidad de San Zolio (Sansol), en ese año aparece Sancho en la adquisición de una huerta. Igualmente, en esa misma fecha, Dominga, hija de Sancho de Baró se autodona al obispado, consagrando el obispo una iglesia dedicada a San Miguel en Ausejo. Durante su mandato, Sancho de Funes creó un sello con las figuras de san Emeterio y San Celedonio para el convento, que posteriormente será usado por el cabildo. En la década de los años 20 de ese siglo, las propiedades van in creciendo para el convento. Llegan a tener huertas en lugares tan lejanos como Rípodas en Navarra. Además, el obispado recibirá la iglesia de Pradejón. En 1129, Sancho y sus Arcedianos confirman la donación a Urraca de la iglesia de San Vicente de la Peña, documento en el que se recoge la firma manuscrita del obispo. Ese mismo año, el río arrasa Calahorra, obligando a los clérigos a trasladarse a otros templos más pequeños que la catedral. Tras esto, se planteó llevar la catedral a otro sitio, impidiendo la construcción de viviendas en el entorno del río. Sancho, devoto de los mártires, se opone a ello. Para conocer las siguientes noticias sobre Sancho de Funes hay que avanzar hasta el año 1132, cuando aparecen noticias de nuevas donaciones. En ese año, se trasladaron los cuerpos de los santos a un altar nuevo, construido por Sancho de Funes. Al acto acudieron el obispo de Auch y el de Osma siendo una jornada festiva en la ciudad de Calahorra. Con este solemne acto, la devoción a los santos calagurritanos creció, al mismo tiempo que las donaciones. Además, en ese mismo año, Sancho de Funes pudo haberse reunido con el rey en el cerro de Cantabria y estar presente ne la toma de Fraga. En 1134 aparece la primera mención al palacio obispal, señalando que el obispo estaba separado de los clérigos. En ese año murió el rey Alfonso I. Un año después, Sancho de Funes figura como obispo de Nájera. En 1137, el obispo de Burgos demandó al de Calahorra por la potestad de Pino de Abajo. El Rey dejó a los habitantes que eligiesen a quien pertenecían, que se decantaron por el calagurritano. El 1 de agosto de ese año, consagró la ermita de Santa María de la Piscina. Hacia 1044, tiene lugar una importante plaga de langostas. Para combatirla, se envió desde Roma a otro obispo, San Gregorio, que murió en Sorlada en 1044. Sin embargo, hay noticias de una plaga de esta especie en 1137 en Calahorra. En 1138, se hace una donación a Armentia. Un año después, el rey de Castilla confirma una donación al monasterio de San Millán hecha por un rey de Navarra. Sancho de Funes estará presente en este acto. En 1140, el obispo tendrá que acudir a Santo Domingo para defender la posesión de este lugar en su obispado. Además, en ese año, Alfonso I y García el Restaurador estuvieron a punto de batallear por el control del territorio. Sancho de Funes medió entre ambos, reuniéndolos, quizás en Yerga para acercar posturas y hacer una promesa de casamiento entre los infantes. Un año después consagrará el monasterio de Niencebas, en la zona entre Grávalos, Alfaro y Fitero, actualmente desaparecido. En 1144, Sancho de Funes emprende un viaje hacia Roma, buscando la protección del papa. Antes de partir, dispuso sus propiedades. Una donación en el año 1145 es la última noticia que tenemos sobre la vida de Sancho de Funes. Se sabe también que este obispo estuvo presente en la donación de Lagunilla al Monasterio de San Prudencio en este mismo año, que el rey hizo en un viaje a Toledo, al que le acompañaría Sancho de Funes.

Cuenta la leyenda que la muerte de Sancho de Funes, llamado de Aragón tuvo lugar según las fuentes el 10 de noviembre de 1146, en el entorno del puente de Partelahidiez, en Ribafrecha, asaltado por sus clérigos mientras hacía una visita pastoral. Se dice que detrás de este asesinato estaba su lucha contra la simonía en la diócesis. Pero nada afirma ni desmiente esta teoría. Sin embargo, el lugar donde fue enterrado puede servir como pista. La historia cuenta que los restos mortales de Sancho de Funes fueron recogidos por los monjes del monasterio de San Prudencio, colocándolos a la izquierda del santo principal. Se puede anotar que las historias señalan que los huesos siempre estaban frescos y aún estaban ensangrentados. Sobre el arca, había un cuadro en el que se representaba el asesinato de Sancho de Funes. Tras la desamortización, su busto relicario, en el que se custodia su cráneo y la arqueta fueron trasladadas a La Redonda, lugar donde se custodian hasta la actualidad.



Busto Relicario de Sancho de Funes en La Redonda

viernes, 8 de noviembre de 2024

Baldosas de República Argentina, de Patrimonio a Ruina

 El día 21 de marzo, empezaron las obras de remodelación de la Calle República Argentina en Logroño. Esta intervención, no exenta de polémica por los comerciantes, ha supuesto el traslado de su lugar original de unas de las baldosas, realizadas exclusivamente para nuestra ciudad en los años 70. La producción de este peculiar pavimento corrió a cargo de la empresa Escofer. En él se reproducía la imagen de un pez, recordando al popular reparto del pan y el pez como símbolo de las fiestas de San Bernabé. Estas piezas no son muy habituales y únicamente quedaban las colocadas en esta calle. Días antes del comienzo de las obras, el Consistorio Logroñés se comprometió a conservarlas. Sin embargo, un considerable número de las piezas de este pavimento han sido picadas y arrancadas sin ningún cuidado, conservando únicamente unas pocas, que han sido trasladadas al Almacén Municipal, mientras, asociaciones y ciudadanos piden su recolocación y reconstrucción de las faltantes, siguiendo el modelo existente. Observando las piezas, podemos ver que las había de dos modelos claramente diferenciados, una con el contorno más marcado y otra sin las líneas de los bordes.

Contemporáneas a estas, son otras baldosas que representan dos hojas y dos racimos de uvas y de las que se conservan un gran número de ejemplares en diferentes calles de la ciudad.

Modelo de Baldosa del pez

Montón de baldosas rotas

Algunas baldosas conservadas (Foto David Antón)

Destrucción del pavimento (Foto Sergio Larrauri)


El Guardián del Ebro

 Ubicado en la entrada norte de la ciudad, junto al Puente de Piedra se alzó hasta hace unos siglos el castillo de Logroño. Las imágenes que conservamos de él son escasas, al igual que las descripciones, sin embargo, sabemos que fue un importante punto para la ciudad.

Como ocurre con muchas fortalezas medievales, sus orígenes nos son desconocidos, en gran parte, por la escasez de fuentes. Las primeras referencias documentales que se conservan, datan del siglo XII, aunque muy posiblemente existiese ya en el XI. Bajo el reinado de Alfonso el Batallador conocemos la presencia de al menos cuatro tenentes navarros. Durante los siglos posteriores hemos de suponer que el edifico estuvo cumpliendo con su función. En 1527 conocemos una remodelación, propuesta por Álvaro de Luna. Volvemos a conocer documentación, esta vez más detallada en el año 1549, Juan González del Campo toma posesión de la fortaleza. Nada más llegar, ordena hacer un inventario de los objetos que hay allí. En el citado inventario se menciona la existencia de una Torre Vieja, ubicada en el interior de la ciudad y una Torre del Homenaje, la más destacada del edificio. En 1572, el edificio es reformado de nuevo. El 20 de noviembre de 1573, el Concejo de Logroño declara el edificio en ruina y ordena su derribo. Además, menciona que no hay alcaide hace unos años, aunque parece que finalmente no llegó a ejecutarse tal derribo. En 1592 es el rey quien se interesa por el estado de la fortaleza. De nuevo se hace una descripción, añadiendo que la torre que se erige junto al Convento de San Francisco está vacía y la otra se encontraba en muy mal estado. Esta torre estaba unida a la primera del puente y junto a ella estaba la vivienda del alcaide. Señala también que las dos torres se unen por muros y que en el medio hay un patio. La respuesta real pasa por que los alcaides vuelvan a habitar la fortaleza. Las continuas avenidas del Ebro y la proximidad de la orilla, dañaron en varias ocasiones las murallas y pusieron en peligro a la fortaleza durante el siglo XVI. Pese a este arreglo, el castillo se va degradando en los siguientes siglos. Su uso se retomó a principios del siglo XIX, cuando es habitado de nuevo. Esta vez como cárcel provisional en la llamada Torre de la Cigüeña. Para entonces, el edifico está ya en muy malas condiciones, pero aún conserva las dos torres y parte de las murallas. En 1824 es usado como almacén de pólvora y en 1839, el Ejército dibuja unos planos y aún incluye las edificaciones de la vieja fortaleza de la ciudad. En 1870 ya no queda ningún resto de la fortaleza.

El paso del siglo XIX y el crecimiento urbano hicieron desaparecer los últimos restos de la fortaleza de Logroño. Sin embargo, en los primeros años del siglo XXI, una intervención urbanística en la zona sacó a la luz los restos de una importante torre y varias murallas, unidas a los arranques del puente medieval. Sin embargo, estos restos fueron desmontados y hoy en día se encuentran en el Parque de Servicios del Ayuntamiento, a la espera de ser repuestos algún día para el disfrute de la ciudad.

Las representaciones gráficas que conservamos del Castillo de Logroño son muy escasas. Quizás, las más antiguas hemos de buscarlas en los sellos del Concejo, datados del siglo XIV, en los que se reproduce el puente con las tres torres de una forma muy genérica. En el siglo XIX, se empiezan a realizar grabados. Los que recogen el castillo datan del año 1846. En la actualidad no conocemos ninguna fotografía de esta fortaleza.

Descubrimiento de los restos del Castillo (Taquio Uzqueda)

Grabado decimonónico con la torre del Castillo (Navarra, Castillos que defendieron un reino)