El paseo del Espolón es uno de los más castizos de Logroño. En sus más de 200 años de historia, ha sido testigo de innumerables acontecimientos y actos. Sus lados han ido cambiando con el paso del tiempo. Sus elementos también han ido rotando, unos con mejor fortuna que otros.
En 1734, el viejo Alcázar medieval de Madrid ardía en un
incendio. En él se alojaba la corte y la casa del rey, por lo que rápidamente,
se decidió que sobre su solar habría que levantar un nuevo palacio. El siglo
XVIII es el siglo del Barroco, de las grandes monarquías. Felipe V, influido
por sus parientes franceses e inspirado en los lujos de Versalles, ordenó a
unos arquitectos italianos, Filippo Juvarra y Giaovanni Battista Sacchetti
realizar los planos para la nueva sede regia, inundada por el arte Rococó. Para
el nuevo edificio, el Padre Sarmiento diseñó un programa de 108 esculturas que
representarían a los monarcas hispánicos desde los Visigodos, además de
personajes precolombinos o emperadores romanos de origen hispano. Artistas
italianos, franceses,… realizaron las esculturas que fueron colocadas en lo
alto de las cornisas del edificio. Sin embargo, Carlos III ordenó retirarlas,
al parecer, por el peso que suponían para el edificio. Tras esto, se decidió
distribuirlas por el país.
Logroño recibió seis de estas esculturas, que fueron
almacenadas en la Alhóndiga hasta que, en el año 1858, el Ayuntamiento decidió
colocarlas en el Espolón. El conocido como Paseo de Los Reyes se inauguró el 23
de abril de ese mismo año. El primer emplazamiento del Paseo de Los Reyes fue
el terreno que hoy ocupa la fuente y la estatua ecuestre del General Espartero.
Con la llegada de éste, se pensó en trasladarlas unos metros, y ubicarlas junto
al kiosco de música.
Las citadas esculturas, nos cuenta Jerónimo Jiménez que eran
Pelayo, Ordoño, Leovigildo, Alfonso el Casto, Enrique I y Felipe V. Durante las
primeras décadas del siglo XX, este entorno era un lugar apreciado para pasear,
pues el Espolón se convirtió en el centro neurálgico de la ciudad.
La proclamación de la II República, el 14 de abril de 1931
supuso el final de las estatuas, pues un grupo de radicales las destruyeron y
esparcieron los restos por la plaza, terminando con unas importantes piezas
artísticas que había en la ciudad. Habladurías afirman que sus restos fueron
enterrados como cimientos en los solares contiguos a la antigua Plaza de Toros
de La Victoria. Sin embargo, otros fragmentos acabaron en manos privadas.
Desde entonces, el Espolón ha cambiado de forma en varias
ocasiones, borrando los restos que pudiesen quedar del pintoresco y artístico
Paseo de Los Reyes, realizado con unas esculturas que cambiaron la manera de
ver el arte en el siglo XVIII.
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