Ubicada en el punto más alto de la ciudad, situada en la
actualidad junto a unas antenas de radio, el barrio logroñés de El Cortijo
conserva en su término una Torre de Telégrafo Óptico, erigida en el siglo XIX.
El Telégrafo Óptico fue uno de los más importantes inventos de
finales del siglo XVIII, principios del XIX. El primer mensaje por este medio
se envió en 1794 por la Convención Francesa y rápidamente se extendió por
Europa. En 1831, en España se construye la primera línea telegráfica óptica a
modo de prueba entre Madrid y Aranjuez. En la misma década, se empezaron a
construir otros tres enlaces telegráficos. El 1 de marzo de 1844, se construyó
la primera línea telegráfica entre Madrid y Francia con ramales, inaugurada el
28 octubre de 1846. En 1836, Manuel Santa Cruz, un general liberal construye un
nuevo ramal telegráfico que llega a Logroño, Vitoria y Pamplona para poner
sitio a los Carlistas en Estella. Con el paso de los años, se añadieron nuevas
líneas nacionales para conectar ciudades como Valencia, Andalucía y Barcelona,
aunque muchas de ellas no se terminaron de construir. Estas líneas no eran de
uso civil. Las líneas contaban con torres que emitían los mensajes, pero las
líneas no podían usarse de noche ni con fenómenos meteorológicos adversos. A
finales del siglo XIX, la Telegrafía Óptica desaparece, tras una decadencia de
varias décadas, producida por sus limitaciones y retrasos a la hora de entregar
los mensajes y otros avances como el Telégrafo Eléctrico. Entre 1855-1857 se
dejan de usar las líneas ópticas, aún sin terminar de construir. En 1874, la
línea del Norte se vuelve a poner en macha con el proyecto de Mathé pero pronto
desaparecerá.
Una de las torres del Telégrafo Óptico es la que se ha
conservado en el barrio logroñés de El Cortijo. Construida en 1836-1837, en el
contexto de la I Guerra Carlista y dentro de la línea ideada por Manuel Santa
Cruz, sigue el patrón de construcción con dos pisos, fortificada y situando el
telégrafo en el último nivel. En ella vivían un sargento, siete militares y un
telegrafista, que debía superar un examen. Su telégrafo recibía los mensajes de
las cercanías: Laguardia, Viana y la Torre de la iglesia de San Bartolomé de
Logroño, a dónde se orientan sus ventanas. Tras el abandono de la línea telegráfica,
la torre cayó en desuso y se fue degradando hasta quedar en pie únicamente sus
cuatro paredes con sus ventanas, vanos y puerta. El edificio es conocido por la
gente del barrio como El Castillo.
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